Los adultos no existen
Los adultos no existen
Los adultos no existen, esa es mi premisa.
Antes de que lluevan las piedras. Me refiero al mundo emocional.
En mis 20s, mi madre, varias veces me dijo: “Ya no eres un niño, ahora eres un adulto, y debes comportarte como tal”. La frase era conveniente para ella, usando un cliché para salir airosa de un argumento y terminar de sellar cualquier posible espacio a apelación.
Hoy, me doy cuenta que las personas usan frases cargadas de energía social para poner el pie encima y evadir la responsabilidad de tener conversaciones justas y reciprocas. Repetimos lo que alguna vez nos dijeron, que tanta rabia causo, porque parecía una verdad inapelable, y tuvimos que callar. Lo repetimos porque no tenemos la paciencia, bondad o comprensión para actuar de otra forma y en venganza de como nos trataron otros al usar estas frases inapelables.
Mucho tiempo me quedó dando vueltas en mi cabeza “Ser un adulto”. Que significaba? Como sabría cuando me hubiese graduado de adolescente? Solo un difuso pensamiento me acompañaba, no lograba aclarar realmente que era.
Por supuesto que trabajar, ser responsable, no hacer cosas de niño eran las clásicas respuestas que encontraba cuando indagaba en otros adultos. Todo esto me parecia aburrido y tonto. Una simplificación burda. Características que solo son útiles para describir personajes que cumplen con el orden establecido y no se salen de las lineas.
Los 30s trajeron experiencia, y un poco de reflexión sobre la decada anterior. Me sirvieron para darme cuenta, mientras conocía nuevas personas y relaciones amorosas, que pocos realmente habían dejado en el pasado sus niños internos. Cada cual venía cargado de mundos emocionales tan diversos como personas existen. Estos mundos, no son el pasado, sino que están mas vigentes que nunca, y nos sobrepasan constantemente.
Descubrí que todos eramos así, niños, con emociones vivas y quemantes, que aprendieron a disimular. Actores y actrices que esconden quienes son y que sienten.
Si ser adulto es dejar de ser niño, dejar de sentir y decir lo que sentimos. Dejar de jugar, llorar, bailar entonces creo que la imposición a convertirse en un adulto es uno de los mayores daños que nos hemos hecho.
Si, la adultez también es otras cosas. No estoy hablando de eso.